En 1998, la Organización Mundial de la Salud declaró la violencia doméstica como una prioridad internacional para los servicios de salud.

     La violencia contra las mujeres está presente en cada país, independientemente de culturas, clase social, nivel educativo, etnia y edad.

     La violencia doméstica puede tener importantes consecuencias negativas a corto y largo plazo en la salud física y mental de las mujeres que pueden persistir incluso cuando dicha violencia ha finalizado.
Las secuelas psicológicas más frecuentes son depresión y trastornos de estrés postraumático.

     Por otra parte, en algunos estudios se ha encontrado que las mujeres víctimas de violencia doméstica son quince veces más proclives a abusar del alcohol y nueve veces a abusar de otras substancias.

     En muchos casos, los motivos de consulta pueden ser síntomas físicos y psicológicos poco específicos y trastornos por somatización, que pueden ser la carta de presentación de una situación de maltrato.
El ámbito de la salud puede desempeñar un importante papel en su prevención y en el apoyo a las víctimas.

     El ámbito de los profesionales de la salud, con una mayor concienciación sobre el problema de la violencia en la familia, puede desempeñar un papel crucial en la identificación de casos de violencia doméstica que, probablemente, de otra forma quedarían sumergidos entre el silencio de las víctimas y el silencio e inhibición de su entorno social.

     El 38% de las mujeres del país (15 y 65 años) señala haber sufrido algún tipo de violencia en algún momento de su vida (Tercera encuesta nacional de violencia intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales 2017)

     Índices de vulnerabilidad y tipos de violencia (Tercera encuesta nacional de violencia intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales 2017):

• Entre las mujeres víctimas de violencia general, psicológica, física y sexual, hay una mayor proporción de “bajo nivel de redes de apoyo” respecto a los no víctimas.

• Entre las mujeres víctimas de violencia psicológica y general, hay una menor proporción de “alto acuerdo en el estereotipo masculino” respecto a los no víctimas.

• Entre las mujeres víctimas de violencia sexual y física, hay una mayor proporción de “alta dependencia económica” respecto a las no víctimas.